Francisco Hinojosa Teba

Granada, septiembre de 1499.

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Los reyes Isabel y Fernando se encuentran en la Alhambra. Habían regresado a Granada en julio de ese año.

Un personaje de finales del siglo XX se queda casi inmovilizado cuando funciona el procedimiento para hacer un viaje en el tiempo. Su afición a la historia y su admiración por la reina Isabel la Católica, le lleva a programar un viaje a esa Granada del año 1499. Estudia las costumbres de la gente de esa época y prepara lo necesario para permanecer allí durante algunas semanas: ropa, oro (para cambiar por monedas corrientes), documentos acreditativos de su persona, etc. Una vez que llega a esa Granada, alquila una casa en la Carrera del Darro propiedad de un judío converso, con el que hace amistad. Solicita ver a la Reina y consigue ser recibido por ella en una de las audiencias que la soberana celebra en el Salón de Comares de la Alhambra. A ese primer encuentro siguen otros. En las conversaciones con la soberana, paseando por el palacio y los jardines, abordan diversos temas con enfoques por parte del visitante que en esa época eran impensables, relativos al Humanismo, la Inquisición, la tolerancia religiosa, etc. El protagonista describe la Alhambra tal como estaba en ese tiempo y el ambiente de aquella Granada, sus calles, plazas, mercados y el Albaicín. Visita la casa de un mudéjar noble que posee una biblioteca impresionante y trata de prevenirle sobre la quema de libros del islam que Cisneros tiene prevista. Visita, buscando ayuda para eso, al arzobispo de Granada, Hernando de Talavera, hombre culto y tolerante.

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Entabla relación con otros personajes de la época; y conoce a una mujer muy especial, de la que se enamora y con la que tiene una relación que no sabe cómo hacerla compatible con su vida real.

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La fascinante aventura que vive el protagonista marca y cambia su vida para siempre.